Es
curioso cómo puedo llegar a sentir que en un determinado momento de la vida
todo el conocimiento comienza a llegarme de manera inesperada con cada cosa que
aprendo, leo, veo, experimento. Desde hace algún tiempo, me he adentrado en el
mundo de la meditación, del arte zen, del yoga, de las técnicas de
interiorización; en fin, he dejado que entren a mi vida conocimientos nuevos
que antes creía poco importantes para mi formación como persona y, a medida que
he abierto mi mente, cada vez más y más conocimientos llegan a mí. Esto fue lo
que me sucedió después de ver el documental “What the bleep do we know”, he
confirmado que todo en este universo se conecta, que somos uno, que hemos
estado inmersos en paradigmas equivocados, que todas las realidades son
posibles y que el motor de todo esto se encuentra en la magia de nuestros
pensamientos. Libros como “El poder de la intención” de Wayne Dyer, charlas de
Osho y otros miles de textos que dan fe acerca del poder y la capacidad del
pensamiento humano han sido casi como biblias para mí hasta entonces, pero
jamás creía en la posibilidad de que “las personas de ciencia” lograrán aceptar
este “secreto” y, encontrarme con un documental científico que profundice sobre
el tema es, en verdad, una alegría inmensa para mí. Darme cuenta que estamos,
todos juntos, cambiando de mentalidad y acercándonos cada vez más a un mundo
planetario, como el planteado por Michio Kaku, es un complemento asombro para
mi crecimiento como persona y, aunque difiero en algunos planteamientos acerca
del futuro hechas por Kaku, ese mundo donde las estrellas están al alcance de
la mano y la vida es un tesoro casi eterno me parece un paisaje que vale la
pena comenzar a explorar, a sembrar, para que germine pronto.
Creo que un punto importante al que todos debemos llegar, es el sentido del “convertirse en otro” por medio y gracias al poder
del pensamiento. “Lo que creamos en nuestro interior es lo que se refleja
en el exterior”. Hubo un tiempo en que las cosas “virtuales” estaban
siendo intangibles para nosotros, como las naves para los indios cuando los
colonos llegaron a América, y esas cosas eran la escritura, el lenguaje, luego
los medios de comunicación, las herramientas para construir, los edificios, la
tecnología, en fin, todas esas cosas estaban allí presentes esperando a ser
descubiertas y, al descubrirlas, pasamos a otro tiempo en donde parece ser que
esas cosas nos definen a nosotros. Posteriormente, hemos avanzado tanto que
podemos crear cosas magnificas, pero seguimos viéndonos como seres únicos,
apartados de todo y de todos. Ahora, con este nuevo planteamiento del vacío y
de la física cuántica donde todos somos todo, somos uno aquí y ahora, veo venir
un cambio radical de pensamiento donde todas estas interacciones virtuales
están siendo controladas por nosotros. Es decir, vamos pasando progresivamente
de un pensamiento individualista apartado de la “gran red de la vida y el
universo” a vernos como partes de esa gran red y, más que partes, partes esenciales que
pueden afectar la forma de esa gran red. Es entender que desde nuestro
pensamiento todo es posible, todo es real.
Por
otra parte, a pesar de nuestros grandes
avances científicos y tecnológicos, existe algo que nos identifica como seres
humanos y que no ha cambiado desde la prehistoria hasta hoy. No podemos dejar
de relacionarnos y vivenciarnos físicamente porque no podemos dejar de lado uno
de los pocos lenguajes universales: el lenguaje corporal. En mi carrera, que
tiene que ver mucho con lo social, las artes y los paradigmas mentales, es
fundamental este principio pues, de ser de otro
modo, la comunicación y la interacción social se vería reducida a unas cuantas
noticias en la red, dos o tres publicidades en línea y una operación poco
integrada con el todo terrestre por parte de los seres humanos. Además, pienso
que sin esta condición inmanente de hombres y mujeres perderíamos aquello que nos diferencia de los robots: nuestra capacidad para
imaginar, sentir y crear cosas de la nada. Gracias a esta condición es que
podemos seguir siendo esa máquina de infinitas posibilidades y, si la
mantenemos en el futuro que se nos viene, seguramente podremos seguir amando y
disfrutando el mundo sin ningún tipo de miedo a volvernos seres todopoderosos
sin aspiraciones ni sueños en la vida.